Artículo escrito por Vivianne Crowley para su columna “Greening the Spirit” 2016 en Patheos.com Traducido al Español por Boris Dubois.
Este año celebré la llegada de la primavera en cuatro países vecinos. Para mí la primavera comenzó con el rito Wiccan en Inglaterra. El segundo rito fue en el castillo Clonegal en Irlanda, el centro donde fue fundada la Hermandad de Isis, y luego en los complejos neolíticos de Loughcrew, Newgrange y Knowth. Desde Irlanda fui por ferry al norte de Gales y a las hermosas montañas de Snowdonia a otra celebración y ahora estoy de vuelta en casa en Bretaña, el céltico noreste de Francia, reconectando con la tierra cegando el césped que crece rápidamente ahora, y despejando las ramas arrancadas por las tormentas de invierno de nuestro laberinto y círculo de piedra. Cada lugar tiene energías únicas y tradiciones, pero en cada uno los signos de la primavera traen el mismo mensaje de esperanza, renovación, energía y curación.
Mi sangre es verde
Cuando era una niña, mi afinidad con los árboles era tan fuerte que solía decir que mi sangre era verde. Cuando la savia salía del árbol, mi energía se elevaba. Aún creo que esto es verdad para todos nosotros – si nos tomamos el tiempo para notarlo. Para aquellos de nosotros que enseñamos, ir hacia la naturaleza es como beber del pozo de la visión. Trae renovación, creatividad, y nueva energía para dar a otros.
En Wicca hay un dicho que dice “si aquello que buscases no lo encontrases dentro tuyo, nunca lo encontrareis fuera tuyo.” Con cada año que pasa, se vuelve más y más cierto. Mucho de lo que estamos haciendo como Paganos es recordar, traer los fragmentos del pasado para recrear una totalidad. Es volver a despertar y re-llamar conocimiento que está desde ya en lo profundo nuestro. Es aprender a escuchar, y ser plenamente consciente de aquello que está en nuestro interior y a nuestro alrededor en el mundo natural.
La hermosura del ciclo de las estaciones del Paganismo es que en cada festival tenemos la oportunidad de poder recordar de los orígenes de los anhelos y aspiraciones espirituales de la humanidad, que son nuestro asombro, reverencia y deseo de alinearnos con las fuerzas misteriosas de nuestro planeta, con su medio ambiente, y con el cosmos más allá. En hacer esto, nos movemos más allá de las preocupaciones diarias, para recordar que son solo un momento en el tiempo cósmico. Todo pasará, todo cambiará.
High Altar, Clonegal Castle
Reverdeciendo el Espíritu
Esta primavera marca el tercer aniversario de escribir en este blog de Pantheos. Cuando busqué en el 2013 un título para este blog, vino a mi la frase “reverdeciendo el espíritu”. Era Primavera, por lo que había una conexión lógica entre lo que estaba pasando en la naturaleza en mi entorno.
“Reverdecer” es también una etapa en proceso alquímico y había estado dirigiendo un workshop en alquímia espiritual el año anterior. Si estás familiarizado con la Kabbalah de los misterios occidentales, podrías igualar “reverdecer” a Netzach a medida que transita hacia el oro de Tiphareth. Las emociones personales y el amor inician un viaje de transformación hacia un amor más profundo y más amplio que nos conecta a todos como humanidad y al universo más allá. Igualmente, en otro sentido esotérico, reverdecer es asociado con la renovación y el renacimiento, es por esto que los antiguos egipcios ilustraban la el renacimiento de Osiris con un rostro verde.
Viriditas
“Reverdecer” también aparece en el trabajo de una de mis místicas femeninas favoritas, Hildegard Von Bingen (1098-1179). Ella usaba la palabra de origen latino viriditas para expresar aquello que para ella era las cualidades esenciales de lo Divino – vitalidad, fecundidad, exuberancia, verdura, y crecimiento. Escritora, Artísta, profeta, doctora y visionaria, Hildegard habría sido una formidable profesora espiritual en cualquier tradición o Era. Su música se eleva a los cielos y penetra el corazón con su belleza y su sentido maravilla extática hacia lo femenino Divino.
Como mujer en la Alemania medieval, Hildegard encontró su realización espiritual en el Cristianismo, pero en otra Era ella podría haber sido un sacerdotisa de la Diosa y expresar el mismo amor por lo Divino manifestado en el mundo natural.
Vivianne at Clonegal Castle
En comunión con los montículos Faery.
La palabra viriditas vino a mi mente en primavera mientras estaba en las verdes colinas de Loughcrew, Co. Meath, Irlanda, un paisaje neolítico que es parte del complejo de Newgrange y Knowth, un paraje hecho por la naturaleza y vuelto a hacer por manos humanas hace 5,000 años atrás. La hermana más famosa de Loughcrew es Newgrange, que está alineada con el Solsticio de Invierno, pero en Loughcrew es el Equinoccio de Primavera el que penetra en la colina hueca para iluminar la cámara mortuoria para señalar la renovación. Loughcrew es uno de aquellos lugares en donde el mundo de lo humano y faery se acercan. Es como si presencias invisibles estuvieran fuera de vista detrás de la vía arbolada que conduce hasta la parte superior del montículo. El aire se llena con un intenso sonido, el canto de los pájaros. Y a medida que escuchamos a los pájaros es fácil volver al pasado, para ver a nuestros antepasados devanando hacia las colinas para llegar a la meta de su peregrinación. En todo el mundo los seres humanos crearon espacios sagrados donde las comunidades podrían reunirse para honrar símbolos y valores compartidos; para acercarse a los dioses y entre ellos. Un aspecto importante del paganismo contemporáneo ha sido recrear estos encuentros; para reunirse en festivales comunitarios que celebran nuestra forma de vida y nuestros valores, y para encontrarse con otros que vienen desde muy lejos y que los comparten con nosotros.
Communitas
Conectar con otros en nuestro camino spiritual puede ser un reto, pero construir un sentido de communitas, comunidad con otros, es tan importante como comulgar con la naturaleza. Muchos paganos veneran solos la mayoría del tiempo, pero las interconexiones sociales es una de las ideas movilizadoras del comportamiento humano. En Irlanda, Loughcrew, Newgrange and Knowth, vemos un legado de 5,000 años de esfuerzos humanos extraordinarios que involucró mover miles y miles de toneladas de tierra y piedra; esfuerzos que tomaría siglos en completarse. En un tiempo, se pensó que las pirámides de Egipto eran las estructuras más antiguas, pero cada década trae nuevos descubrimientos arqueológicos. Sabemos ahora que las estructuras megalíticas de europa son más antiguas. Donde yo vivo en Bretaña en el noreste de Francia, tenemos una cámara mortuoria que tiene 7,000 años de antigüedad. En Turquía oriental hay sitios sagrados que parecieran tener 12,000 años de antigüedad o más. Los descubrimientos arqueológicos de cada época llevan la línea de tiempo más allá y estas estructuras sofisticadas hechas solamente con herramientas manuales de piedra y madera son solo el reciente florecimiento de una necesidad humana de crear espacio sagrado que se extiende y evidencia hacia nuestros orígenes más tempranos.
Cuando vamos a un sitio antiguo, sentimos algo del misterio y la maravilla que llevó a los antiguos a crearlos. Incluso si no son nuestros ancestros ligados por sangre y hueso, percibimos un sentido de continuidad espiritual con ellos. Sentimos empatía por aquello que luchaban por alcanzar y estamos agradecidos que hayan dejado estos símbolos de fe y reverencia para nosotros sus herederos. Estos monumentos son un poderoso recordatorio, cuando crear un Paganismo posterior a la edad Cristiana se hace difícil y cuando vacilamos ante la enormidad de la Gran Obra.
La visión de nuestros ancestros se ha extendido siglos adelante, trabajando en construir algo que ni siquiera disfrutaron del todo. Cada contribución que hacemos es como otra piedra en el monumento, otra cubeta de tierra en el montículo, construimos lentamente pero construimos paso a paso.
Artículo escrito por Vivianne Crowley para su columna “Greening the Spirit” 2016 en Patheos.com Traducido al Español por Boris Dubois.